El Coral conocido como Astrangia poculata ha adaptado su dieta al deterioro ambiental de los mares, de tal manera que prefiere comer microplásticos en lugar de alimentos naturales.
Un nuevo estudio, publicado en Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, se ha centrado una especie de coral que habita aguas templadas en la costa de Rhode Island y que construye pequeñas acumulaciones de apenas el tamaño de un puño humano.
Los nuevos resultados se suman a la creciente inquietud por la ubicuidad de los microplásticos en el medio ambiente, ya que se han encontrado en las montañas más altas y en las fosas oceánicas más profundas. Se ha descubierto que muchos organismos, como peces y aves, consumen fragmentos de plástico. También los consumimos los humanos a través de fuentes contaminadas de agua y alimentos.
Para el experimento tomaron muestras de cuatro colonias de Astrangia poculata salvaje, un coral pequeño que habita la costa atlántica estadounidense desde Massachusetts al golfo de México. Decidieron estudiar ese lugar, en la costa de Rhode Island, por su cercanía a un entorno urbano —Providence, la capital, se encuentra a 38 kilómetros— con probabilidades de contaminar el agua con plásticos.
En el laboratorio, los investigadores abrieron cada pólipo y contaron la cantidad de microplásticos. Descubrieron más de 100 fibras pequeñas en cada pólipo. Aunque se trata de la primera documentación de microplásticos en corales salvajes, investigaciones previas habían demostrado que esta misma especie de coral consumía plástico en condiciones de laboratorio.
«Elige un ecosistema, elige un organismo y lo más probable es que encuentres microplásticos».
Pruebas en laboratorio
El equipo también llevó a cabo experimentos de laboratorio. Presentaron a los pólipos coralinos criados en el laboratorio microesferas —fragmentos de plástico que, hasta hace poco, se empleaban en jabones, cosméticos y medicamentos— de color azul fluorescente, así como un alimento natural, huevos de artemias, que miden casi lo mismo que la cabeza de un alfiler.
Cada pólipo al que le ofrecieron ambas opciones comió el doble de microesferas que de huevos de artemias. Cuando los pólipos se habían llenado de microesferas, que carecen de valor nutricional, dejaron de consumir huevos de artemias.
«Los resultados me dejaron consternada», afirma la coautora Jessica Carilli, científica del Naval Information Warfare Center Pacific en San Diego, California. «No están consumiendo pasivamente cualquier partícula que flota y está al alcance de sus tentáculos… Por desgracia, prefieren el plástico a la comida real».